Respecto a su ropa, las camisetas menos usadas abajo bien dobladas y las más usadas arriba hechas una maraña; parecía que él quería eliminar cualquier rastro de contaminación visual en su cuarto, y para esto recurría a guardar sus pertenencias en oscuros compartimentos… Lo mismo sucede en la vida ¿no? Cuando algo nos incomoda lo ignoramos, lo escondemos donde no moleste… Lo mismo con las puertas… tienen cerradura solo por dentro para que la gente de afuera, la tediosa gente de afuera, no moleste; a no ser que alguien tenga la llave… y en su particular caso la única persona que tenía esa llave para poder entrar ya no estaba.
Al verse empujada, la puerta se quejó con un chirrido maderoso que iba y en veces venía, dependiendo del estado anímico de las bisagras. Un tennis se asomó, el abrigo cae moribundo al suelo, y seguidamente, se asoma el otro tennis. Tenía hambre, pero la comida no era prioridad.
Se sienta en la cama. Pese a que el viento y el tiempo se habían encargado de borrarlo, le pareció percibir aquel olor. Dejate de cosas, se dice a sí mismo. Luego de contemplar ido el techo, se sienta al piano. Tres de sus dedos presionan de forma simultánea un do, un fa, y un disonante la sostenido. Le parece interesante y garabatea unos apuntes en un papel... que luego de unos segundos, agarra y tira hacia algún lugar indefinido.
Decide darle una oportunidad a la guitarra. Improvisa un poco con la escala pentatónica, pero ya ha oído algo así antes, y se frustra un tanto. La deja en la cama.
Hace un intento por mirar hacia adentro, pero no, mejor no.
Tal vez otro día.
2 comentarios:
Curioso blog, y me hace una gracia tremenda que usés la palabra placard...
Estaré pasando por acá.
Mi blog es este, por si quisieras pasar.
¿Cuál es ese disco?
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